Este proyecto es un ejercicio volumétrico, una arquitectura que surge de las necesidades prácticas, estéticas y verdaderas de esta familia. Debido a la peculiar localización del terreno —dentro de una casa existente habitada por los padres de esta familia— el principal reto fue lograr un equilibrio entre lo común y lo íntimo.
La pureza de la forma deriva de respetar su colindancia y generar privacidad. Una serie de vacíos internos permiten que los muros mantengan su esencia cruda sin más acento que los huecos por los cuales se deja pasar luz y aire del exterior.
En afán de respetar los árboles existentes, el vacío intermedio entre esta y la casa preexistente permanece como un espacio común pero divisorio, un remate que difumina las vistas entre ellas y permite usar grandes ventanales sin exponer a sus habitantes.
El uso de pocos materiales —tabique, concreto y madera— responde a generar espacios atemporales que resistan a la multitud de cambios que requiere una familia. Sin embargo, como Lina Bo Bardi decía todo arquitectura pensada sufre al transformarse en materia y en este caso la transformación fue total ya que los dueños al final decidieron cambiar todos los materiales y aunque la volumetría se respetó la esencia del proyecto cambió por completo.
Luis Young
244 m2