El pensamiento es “comunal”, dependiente de la naturaleza y de los seres que la habitan (Jaime Martínez Lunz).
Algunas veces las circunstancias extraordinarias o los momentos de crisis evidencian las carencias existentes previas a la catástrofe; éste es el caso de Ocuilan, donde tras el sismo del 19 de septiembre de 2017 las condiciones de hacinamiento se hicieron visibles. La invitación a participar en este proyecto nos permitió sensibilizarnos a las condiciones que enfrentan día a día estas familias.
La premisa del diseño fue no alterar el modo de vivir de la familia que nos fue asignada —la de Felipe y Gregoria—, sino entender sus dinámicas para mejorar sus condiciones. Analizamos su hábitat y notamos que se trataba de un conjunto disgregado, conformado por pequeños cuartos de diversos integrantes de la familia construidos en un terreno compartido.
Con el análisis sobre la mesa, decidimos no manejarlo como un solo proyecto sino apostar por una estrategia que respondiera a las necesidades reales de la familia y su modo de habitar.
De manera colaborativa, desarrollamos con ellos un módulo que solucionaba las necesidades urgentes con los recursos obtenidos, además de establecer los espacios compartidos —cocina, patio y baño— para que funcionaran de manera conjunta. La estrategia se basó en promover un aprendizaje comunal que sentara las bases de la vivienda y ofreciera a los usuarios posibilidades de crecimiento de acuerdo con la obtención de más recursos o el crecimiento de la familia. De esta forma, el módulo se convierte en un elemento replicable que expande los límites del espacio construido.
Alejandra Ramos, Damaris Corey Aguilar
Jaime Navarro
Módulo de vivienda: 36 m2
Módulo de Baño: 9 m2
Módulo de Cocina: 8 m2